
En la vida no siempre es fácil saber cuál es la mano correcta para recibir ayuda. En nuestro entorno, a veces podemos llegar a ver muchas manos (como en la foto), si bien en ocasiones nos cuesta saber, identificar o discernir si realmente esa mano tendida nos quiere ayudar verdaderamente o esconde algún otro interés.
También hay personas que por sus experiencias pasadas les cuesta confiar en la figura del terapeuta, y de si el psicólogo que he escogido verdaderamente siente un interés real y genuino por el malestar que les lleva a consulta.
La clave reside en función de las experiencias de fracaso con las que el paciente cuente en su etapa vital. En este sentido, más rápidamente se le activará el sensor interno de que tampoco le voy a importar a mi terapeuta. Si en mi historia se han interesado por mi, por mis cosas y por mis emociones, tenderé a sentir que importo a los demás, y por tanto habrá menos posibilidades que se instale la desconfianza en el marco de la terapia.
Desafortunadamente a terapia acuden personas con historias de vida muy adversas, que nunca (o pocas veces) han contado con experiencias de ser valiosos para sus seres cercanos. En esta línea, para este tipo de pacientes será un hándicap el poder llegar a construir un marco de relación distinto, de confort y seguridad, también con su psicólogo.
La función del psicólogo es también estar atento a dichas señales de posible desconfianza del paciente, para trabajarlas.
Empieza tu proceso, ¡No lo detengas!